Una Fe Más Preciosa Que el Oro

El Abandono

PRIMER MENSAJE

Julio Barrientos, Ecuador.

“Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual, aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”. Stg. 1:7
Gracias oh, tierno Padre, no entiendo el porqué de este sufrimiento y ya no me quedan fuerzas, pero concédeme la gracia para que mi corazón pueda percibir que TODO este abandono, estaba escrito, sin faltar nada, para alcanzar una fe más preciosa que el oro”.
ABANDONO

El SEAL (la principal fuerza de operaciones especiales de la Armada de los Estados Unidos que opera en tierra, aire y mar), en su entrenamiento para nuevos soldados, tiene colgada una campana de cobre en medio del campamento y si un estudiante desea abandonar el entrenamiento en algún momento, todo lo que tiene que hacer es hacer sonar la campana. Pero una vez que lo hace, lo lamentará el resto de su vida. “Haz sonar la campana y ya no tendrás que levantarte a las cinco de la mañana. Haz sonar la campana y ya no tendrás que soportar la dureza del entrenamiento. Sólo haz sonar la campana…”. Es un libro del Almirante William H. McRaven (el noveno al mando de los comandos de operaciones especiales de los Estados Unidos) lecciones de vida que aprendió durante su entrenamiento básico de SEAL (equipos de mar, aire y tierra de la armada norteamericana).

Ante la realidad de una vida llena de dolor, de injusticias y aparentemente sin propósito, son muchos los que están buscando el sentido a la vida, la luz al final del túnel, pero sobre todo en dónde pueden hallar algo semejante a esa campana.

“Ya no puedo más”

Si pudieran cómo esos soldados del SEAL, ya habrían hecho sonar la campana.

En los campos de concentración. “Os daré dos minutos y mediré el tiempo por mi reloj. En estos dos minutos os desnudaréis por completo y dejaréis en el suelo, junto a vosotros, todas vuestras ropas. No podéis llevar nada con vosotros a excepción de los zapatos, el cinturón, las gafas y, en todo caso, el braguero. Empiezo a contar: ¡ahora!”

Ese fue el momento exacto donde cada judío que llegaba al campo de concentración aferrado aun a la vida era despojado completamente de todo, de toda su vida pasada, de cualquier posesión valiosa o recuerdo que podría aun tener. (El hombre en busca de sentido)

Ese fue el único momento en un campo de concentración donde un judío encontraba amabilidad, compasión y sonrisa en sus verdugos, “cuando les daban la bienvenida”; una compasión y amabilidad falsas ya que todo era con el fin de quitarles lo poco y nada que tenían de todo su pasado y riqueza. 

De allí en adelante una nueva vida, una que nunca en su peor pesadilla pudieron imaginar se abrió paso: el holocausto, un abandono total.

En cada litera dormían nueve hombres, directamente sobre los tablones. Para cada nueve había dos mantas. No podían limpiarse los dientes. Usaban la misma ropa por la mitad de un año.

Si alguna vez cojeáis; si, por ejemplo, tenéis una pequeña ampolla en el talón, y un soldado lo ve, os apartará a un lado y al día siguiente podéis asegurar que os mandará a la cámara de gas. Así que recordad: debéis afeitaros, andar derechos, caminar con gracia, y no tendréis por qué temer al gas”.

El suicidio llegó a ser parte de sus pensamientos diarios, al fin era una salida que en ese momento se podría considerar justa ante tanto dolor, sólo tenían que lanzarse contra la alambrada electrificada. Algo así como “hacer sonar la campana”.

Mientras desarrollamos el tema del abandono, colocaré, fragmentos tomados del libro “El hombre en busca de sentido”.

ABANDONO,
Una bebida amarga casi imposible de no beber

En el lado oscuro y sufriente del abandono encontramos el desamparo, es allí donde se derriban todos los muros de protección, toda sensación de seguridad y confianza. Las defensas y los escudos se desvanecen, emocionalmente y aun físicamente.

Aquello que nos daba alegría y placer, ahora carece de valor. Nuestros pasatiempos favoritos, nuestras amenas conversaciones, nuestro optimismo y personalidad positiva, todo se pierde y no hay forma de recuperarlo.

Ahora quedan solamente noches largas de insomnios, pesadillas repetitivas en el día sin poder tener control de ellas, pesadas cargas invisibles, caminatas solitarias sin rumbo fijo, dolores de todo tipo en nuestro cuerpo, una búsqueda inútil de refugios, de soluciones que se desvanecen, ocupaciones para tener instantes de quietud y clamores internos que ni el más cercano puede percibir.

La persona amable, carismática, servicial, es sustituida por una persona irreconocible, que se pierde y divaga en sus pensamientos aun en medio de conversaciones. Otra persona pareciera que ocupa nuestra casa, una que lo último que quiere es que alguien le pregunte, ¿cómo estás?; y le aterra el simple hecho de una llamada a su puerta, así sea su mejor amigo o su familiar más cercano.

Los colores desaparecen, ahora todo es en blanco y negro; la música y la danza ya no existe, ahora hasta el más pequeño sonido le ocasiona grandes punzadas de dolor.

Abandono, es esa fuente que brota cómo un torrente de aguas amargas, de las cuales bebemos y nos hundimos en sus profundidades. En un principio hasta producía cierta dulzura beber de ella, pero ahora la persona es arrastrada cómo un río desbordado, llevándola por un camino de dolor; golpeándose con todo lo que se atraviesa a su paso, derribándolo todo y arrancando aún de raíz los sueños más hermosos que pudo haber tenido, las relaciones más bellas y la vida más ejemplar. 

Ahora sólo queda una existencia sin forma, sin belleza, sin luz, ya que se ha perdido todo. En lo externo, bienestar, salud, amistades, aprecio y relaciones familiares. En lo interno, el amor hacia sí mismo, la confianza y el optimismo. Ahora incluso hasta los recursos que la vida nos da como regalo y alegría se convierten en causas de mayor dolor: trabajo, amigos, sonrisas, cuidado personal.

En nuestras ciudades, existen personas que sólo con verlos, por su apariencia, podemos saber que carecen de todo, viven en la indigencia y se les conoce como personas sin hogar, mendigos; la sociedad se ha olvidado de ellos y ellos se han olvidado de la sociedad. Así es el alma de muchos que llevan su mendicidad en el interior, que viven “el abandono”.

El abandono es la acción o respuesta que tomamos ante el dolor, el trato injusto y aun ante nuestros propios fracasos e intentos por ser mejores, “ya lo intenté todo y no encuentro solución”. El abandono es el sentimiento o resignación que cada uno tomamos al sentir dolor, injusticia y fracasos. Nos abandonamos a un estado de “no más lucha”, dejar de amar la vida, un encierro y un “no querer saber nada de nada, ni de nadie”. Sólo desearíamos hacer sonar la campana.

No importa cuál sea la causa del abandono, lo que es cierto es que el abandono es una de las enfermedades menos perceptibles, reconocidas y más mortales.  Es una enfermedad en la cual podemos estar agonizando, sin que la persona que más nos ama, perciba nuestro dolor.

“Un abandono exterior, sólo son señales de un abandono interior”. Como la apariencia física, el comer excesivamente o dejar de comer, los vicios, actos de rebeldía y un cambio de personalidad.

La señal de alguien que experimenta el abandono: “Es un muerto que camina entre los vivos”

Uno que come, que sonríe, que camina, que habla, que duerme a nuestro lado, que va a la iglesia y es fiel en su trabajo, pero en su interior hay una luz que se ha apagado, una llama que ha dejado de arder y un alma marchita.

Como lo describen las Escrituras en la versión Septuaginta:

Y, estando nosotros muertos por las caídas. Efesios 2:5

Este mensaje del abandono nos recuerda una verdad inquebrantable:

Él no es Dios de muertos, sino de vivos. Marcos 12:27

El abandono es una muerte lenta, es un estado emocional y espiritual en donde la persona se desconecta de la realidad y deja de vivir. En el corazón de Dios, él no planeo que ni una sola vida se encuentre en ese estado, muertos en vida.

No comparto sobre el abandono para condenar, sino para buscar al dador de la vida. Comparto como respuesta a esas agonizantes almas que están a nuestro lado pero que nuestro oído natural no es capaz de escuchar su llanto. A esas vidas que cantan los domingos en la iglesia con una fuerte voz el himno “Castillo fuerte es nuestro Dios”, pero que al regresar a su casa se sumergen en una depresión y soledad.

Cuando estaban rescatando a judíos en un país hostil, las posibilidades de rescate eran casi nulas. El gobierno estaba quitando la ayuda, pero aun así hubo personas que no se rindieron en la lucha de rescatar a sus hermanos pobres. Hay una frase que ellos tenían: “No abandonaremos a ninguno”, “no dejaremos a nadie”.

Este mensaje es para aquellos que han quedado atrás. Para vidas que están postradas en el camino, sin importar quién es; enemigo o amigo, extraño o familiar, pecador o un cristiano (porque no ignoramos que hay muchos cristianos que también están buscando en donde está esa campana para hacerla sonar).

“Muertos en vida”. La muerte no solo es física, sino también es el momento en el que se deja de existir, de vivir, de soñar, el momento en donde pareciera que todo está acabado. La muerte está asociada a la palabra fin, ya no hay más. Como dice una frase, es “donde se ha tocado fondo”.

Hay un poema llamado “Reír, llorando”, que describe la desesperanza:


Una vez, ante un médico famoso,
llegóse un hombre de mirar sombrío:
“Sufro, le dijo, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.”

“Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importan mi nombre ni mi suerte
en un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única ilusión, la de la muerte.”

Viajad y os distraeréis.
¡Tanto he viajado!
Las lecturas buscad.
¡Tanto he leído!
Que os ame una mujer.
¡Si soy amado!
¡Un título adquirid!
¡Noble he nacido!

¿Pobre seréis quizá?
Tengo riquezas
¿De lisonjas gustáis?
¡Tantas escucho!
¿Que tenéis de familia?
Mis tristezas
¿Vais a los cementerios?
Mucho… mucho…

yo les llamo a los muertos mis amigos;
y les llamo a los vivos mis verdugos.

 Tomad hoy por receta este consejo:
sólo viendo a Garrik, podréis curaros.

¿A Garrik?
Sí, a Garrik… La más remisa
y austera sociedad le busca ansiosa;
todo aquél que lo ve, muere de risa:
tiene una gracia artística asombrosa.

¿Y a mí, me hará reír?
¡Ah!, sí, os lo juro,
él sí y nadie más que él; mas… ¿qué os inquieta?
Así, dijo el enfermo, no me curo;
¡Yo soy Garrik!… Cambiadme la receta.

Solía comenzar cuando una mañana el prisionero se negaba a vestirse y a lavarse o a salir del barracón. Ni las súplicas, ni los golpes, ni las amenazas surtían ningún efecto. Se limitaba a quedarse allí, sin apenas moverse. Si la crisis desembocaba en enfermedad, se oponía a que lo llevaran a la enfermería o hacer cualquier cosa por ayudarse. Sencillamente, se entregaba. Y allí se quedaba tendido sobre sus propios excrementos sin importarle nada.

Ese aspecto de sentir que todo se acabó, que llegamos al final y no hay nada más es un momento de mucho peligro, ya que es allí donde la falta de fuerzas o de esperanza lleva a algunos al suicidio y a muchos a la pérdida de la fe y de valores. Es como dejar de cortar el césped, de pagar las cuentas, de vestirnos bien, dejar de comer o comer en exceso, vicios o prácticas que en otro momento nunca los haríamos; ajenos al presente y viviendo del pasado, una vida sedentaria y casi ermitaña. Podemos volvernos personas agresivas y dañar a otros destruyendo buenas relaciones. La amargura, la autocompasión y la pérdida del deseo por vivir es tan letal como el cáncer mismo; necesitamos ayuda.

Todos los que pasaron por la experiencia de un campo de concentración concuerdan en señalar que la influencia más deprimente de todas era que el recluso no supiera cuánto tiempo iba a durar su encarcelamiento. Nadie le dio nunca una fecha para su liberación.

Hay en psiquiatría un estado de ánimo que se conoce como la “ilusión del indulto”, según el cual el condenado a muerte, en el instante antes de su ejecución, concibe la ilusión de que le indultarán en el último segundo. Viktor Frankl.

El privilegio de fumar cigarrillos les estaba reservado a los “capos” (los antiguos prisioneros), que tenían asegurada su cuota semanal de cupones. Las únicas excepciones eran las de aquellos que habían perdido la voluntad de vivir y querían “disfrutar” de sus últimos días. De modo que cuando veíamos a un camarada fumar sus propios cigarrillos en vez de cambiarlos por alimentos, ya sabíamos que había renunciado a confiar en su fuerza para seguir adelante y que, una vez perdida la voluntad de vivir, rara vez se recobraba.

LA PALABRA FIN
Se emplea para designar el límite, término o frontera de un lugar

Cuando hablamos del abandono es reconocer que hemos llegado al límite de nuestras fuerzas, en dónde sólo podemos salir de ese abismo por medio de una fuerza mayor que no está en nosotros. Dios y nadie más es el único que tiene el poder para convertir todos los actos de nuestra vida en favor nuestro.

Hay un verso que me acompañó en el tiempo del abandono y que me sostendrá hasta el final:

Se encomendó a Jehová; líbrele él;
Sálvele, puesto que en él se complacía
. Salmo 22

¡Cuántas señales no envió Dios a mi vida en esa etapa dolorosa del abandono! En ese instante no era capaz de percibirlas. Una mañana, un pequeño pajarito estaba sobre una planta frente a mi ventana y al verle, vino a mi mente el pasaje que dice que Dios cuida de las aves y, ¿cómo no cuidará también de mí? Me resistí a creer que era una señal del amor Divino así que bloqueé en mi mente tal pensamiento pero siempre su amor es mayor; todo sucedió en segundos, inmediatamente después de que en mi mente dije: “no es una señal suficiente”, otro pajarito del doble de tamaño que el anterior y de colores muy hermosos se paró en el balcón de mi ventana y miró hacia donde yo estaba. ¡Oh que insensible mi corazón al tierno amor de Dios!”.

Un día estaba en una iglesia en los Estados Unidos, cuando la esposa del pastor habló palabras que venían del corazón de Dios y que nunca olvidaré: “Yo amo a los que me aman, y a los que yo amo les estorbo su camino y a los que yo les estorbo su camino dicen: Gracias, oh, Dios por estorbar mis caminos”.

Llegar al final de nuestras fuerzas es tan solo el inicio a los milagros. Es donde la espiritualidad traspasa la realidad y donde el cielo está a nuestro alcance. Muchas vidas es allí donde encuentran una fe más preciosa que el oro, donde inspiran a otros a tener esperanza en su dolor y donde se percibe que hay un ser Supremo y lo que él hace siempre tiene sentido y es más glorioso que nuestra capacidad de comprensión.

En el lado luminoso del abandono, encontramos la cura y la esperanza para un mal que ha carcomido aun nuestros huesos: “La rendición…”

Para entender esto, nos es necesario poner nuestra mirada en la cruz y en aquel que fue clavado en ella; Jesucristo, el Hijo de Dios.

No estés lejos de mí, porque la angustia está cerca, pues no hay quien ayude. Salmos 22:11

Jesús el Hijo de Dios, atravesó por las dos corrientes impetuosas del abandono: la desesperanza y la rendición.

 “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Mt. 27:46. Fueron parte de sus últimas palabras de una vida entregada por otros, de un hombre sin dobles intenciones más que el amor por sus semejantes; sanó a muchos, dio alegría a la viuda, tocó con sus manos a los leprosos, caminó con la gente más desechada de la sociedad, siempre hizo el bien y aun así todos le abandonaron: su pueblo, sus parientes, sus amigos. Le abandonó la justicia y le aborreció el liderazgo religioso de ese entonces.

Pero yo soy gusano, y no hombre; oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo.Todos los que me ven, de mí se burlan; hacen muecas con los labios, menean la cabeza, diciendo: Que se encomiende al SEÑOR; que Él lo libre, que Él lo rescate, puesto que en Él se deleita. Sal. 22:6-8

 Y su mayor dolor… “le abandonó su Padre”. Ningún escupitajo que recibió, ninguna espina en su cabeza, ningún azote, ningún puñetazo lleno de ira en su rostro, ningún dolor cuando su barba era arrancada, ningún clavo horadando sus manos, ninguna vergüenza cuando era desnudado y alzado frente a todos, ninguna burla que hacían mientras él agonizaba, nada de eso le causó tanto dolor como el abandono de su Padre.

Jesús sabe lo que es la injusticia, Él sabe lo que es cuando otros mienten e inventan historias falsas para destruirte, Él sabe lo que es la traición de un amigo, Jesús sabe lo que es la hipocresía, la falsa adulación. Jesús entiende cómo poco a poco se va perdiendo todo. Jesús no ignora cuando se ha dado todo y lo único que se recibe es maldad. Jesús fue un cordero manso y humilde delante de hombres soberbios, vacíos y duros, de un sistema religioso corrupto e hipócrita que superó la maldad de Roma y del César. 

Muchos toros me han rodeado; toros fuertes de Basán me han cercado. Porque perros me han rodeado; me ha cercado cuadrilla de malhechores. Sal. 22:12, 16

La Escritura nos habla de su abandono:

Fue despreciado y desechado de los hombres, varón de dolores y experimentado en aflicción. Is. 53:3

Pero algo asombroso es que sus cercanos no percibieron su dolor. Jesús estaba en sus últimas horas cenando con ellos, alentándolos y uno de ellos traicionándolo, y aun así él llevó solo su abandono.

Pero Él sí pudo percibir la lejanía de todos, la indiferencia de otros y el menosprecio y burlas de los que le odiaban. Jesús fue sintiendo cómo ese río que brota amargura y nos empuja al abandono, fue cubriendo desde sus tobillos hasta su cabeza, hasta el punto de que exclamó con tal agonía, “Padre, Padre ¿por qué me has abandonado?”.

Y yo dije: En vano he trabajado, en vanidad y en nada he gastado mis fuerzas .Is. 49:4

Mas Jesús fue el que encontró una corriente diferente en el momento de mayor dolor y muerte. Cuando la agonía y la tristeza eran abrumadoras, cuando sólo quedaban sus últimos suspiros y ya no tenía ese cercano amigo, cuando lo había perdido todo, fue en ese último suspiro, que Jesús encontró aguas sanadoras, aguas de reposo y fuentes de esperanza.

“Entonces clamando a gran voz, dijo:

Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

Y habiendo dicho esto, expiró”. Lc. 23:46

Jesús en la cima del abandono, la soledad y la amargura, transformó la agonía en un nuevo abandono: la rendición total en las manos de su Padre. Jesús pasó de un abandono agonizante a un abandono vivificante.

Este mensaje fue escrito para ti y para cada persona en el día más triste de su vida. Está escrito para aquellos que ya no encuentran en sus mañanas un sentido para vivir y se arrastran para lograr salir de sus camas.

Si algo conmueve tu corazón al leer este escrito es porque tú sabes lo que es quedarse sin amigos, perderlo todo, ya no tener fuerzas para luchar, fracasar, ser acusado falsamente, llenarse de amarguras y no saber qué hacer.  No saber cómo volver a empezar o salir de esa terrible oscuridad.

Y si algo conmoverá mi corazón es que el resultado al leer este escrito sea que el Padre Celestial pueda escuchar de tu corazón sufriente:

“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”
“Yo me rindo a ti”.

En Dios y por Dios suceden todas las cosas. Él es quien envía las riquezas y la pobreza; si estáis enfermos, Dios es la causa de vuestro mal; si habéis recobrado la salud, es Dios quien os la ha devuelto; si vivís, es solamente a Él a quien debéis un bien tan grande; y cuando venga la muerte a concluir vuestra vida, será de su mano de quien recibiréis el golpe mortal”. San Claudio de la Colombière

Estuve algún tiempo en un barracón cuidando a los enfermos de tifus; los delirios eran frecuentes, pues casi todos los pacientes estaban agonizando. Apenas acababa de morir uno de ellos y yo contemplaba la siguiente escena, que se repetía una y otra vez con cada fallecimiento. Uno por uno, los prisioneros se acercaban al cuerpo todavía caliente de su compañero. Uno agarraba los restos de las hediondas patatas de la comida del mediodía, otro decidía que los zapatos de madera del cadáver eran mejores que los suyos y se los cambiaba. Otro hacía lo mismo con el abrigo del muerto y otro se contentaba con agenciarse un trozo de cuerda auténtica.

En el abandono uno culpa al hombre de su ruina, pero el final de ese abandono y la meta del abandono es cuando uno renuncia al estado de víctima y de ver al hombre y las circunstancias, y reconoce que ha llegado a este punto de su vida, por muy desdichado que sea, por el soberano consejo de su Padre.

“Usted está satisfecho porque sabe que todo lo que ese momento tiene, —en ese instante— es el plan eterno de Dios para usted. Usted sabe que ese momento es la declaración absoluta y total de la voluntad de Dios para su vida”. Jeanne Guyon

“Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba…” Jn. 19:11.

Fueron las palabras de Jesús a Pilato. Mira lo que dicen las Escrituras sobre el calvario de Jesús: “A éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole” Hch. 2:23. Jesús fue entregado por la mano de su Padre, el resto de personas fueron instrumentos en sus manos. Vasos de ira, sí; vasos de deshonra que se levantaron para destruir y matar. Pero, aun así, la victoria fue que al final, Él terminó en los brazos de su tierno Padre Celestial.

En el abandono hay mucha condenación y frustración consigo mismo. Es un constante sentimiento de culpa, de remordimiento, es mirarse una y otra vez con severidad y colocarse toda clase de sobrenombres: “tonto, inútil, malo, fracasado”. Pero en el abandono o rendición a Dios uno deja de mirarse y colocarse como el causante de su condición pobre y desventurada.

Una de las prácticas favoritas consistía en destacar a un recién llegado en el grupo encargado de limpiar las letrinas y retirar los excrementos. Si, como solía suceder, parte de éstos le salpicaba la cara al trasladarlos entre los desniveles del campo, cualquier signo de asco por parte del prisionero o la intención de quitarse la porquería de la cara merecía cuando menos un latigazo por parte del “capo”, indignado ante la “delicadeza” del prisionero.

Hay un proverbio que dice, “Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas” Pr. 3:6. No está hablando solamente de una vida perfecta que está reconociendo a Dios siempre que emprende algo ya que, si es así, muy poco tendrá que ser enderezado. También se refiere a reconocerlo en el abandono y en el fracaso. Ver a Dios en ese punto de despojamiento y de injusticia hace que Él nos ayude a enderezar nuestra visión, actitud y caminos.

“Reconócelo cuando todo se ha echado a perder”.
“Reconócelo cuando todo es dolor y abandono”

Por la mañana temprano, cuando todavía estaba oscuro, el prisionero se plantaba frente a la puerta, junto con su destacamento, listo para marchar. Oía un grito y veía tirar a golpes al suelo a un camarada; se volvía a poner de pie y nuevamente le volvían a derribar al suelo. ¿Y todo por qué? Tenía fiebre. Le castigaban por tratar de zafarse de sus deberes de esta forma irregular.

Verlo en todos mis caminos significa verlo en mis pecados, en mis fracasos, en mis errores, en todas mis heridas y en todo lo que otros me han causado y de lo cual me han despojado. Enderezar nuestras veredas quizá signifique que dejamos de andar en las nuestras y ahora nos encontramos en las suyas, en donde justamente Dios planeó que anduviéramos desde el principio, pero que fue en ese momento del abandono donde la oveja descarriada encuentra los pastos verdes y lugares de reposo que su Padre preparó para él. Dice la letra de un himno:

“En mis mañanas, en mi ayer, Cristo en todo es Señor.

Dejé mis luchas, soy un nuevo ser, Cristo en todo es Señor.

Rey de reyes, Señor de Señores, Cristo en todo es Señor.”

“Tú, cerdo, te vengo observando todo el tiempo. Yo te enseñaré a trabajar. Espera a ver como cavas la tierra con los dientes, morirás como un animal. ¡En dos días habré acabado contigo! No has debido dar golpe en toda tu vida. ¿Qué eras tú, puerco, un hombre de negocios?: “Era médico especialista.” “¿Qué? ¿Un médico? Apuesto a que les cobrabas un montón de dinero a tus pacientes.” “La verdad es que la mayor parte de mi trabajo lo hacía sin cobrar nada, en las clínicas para pobres.”

En el abandono Divino, una cirugía profunda que el médico celestial hace es llevarnos al olvido. Llevarnos a que las olas del pasado, de recuerdos tristes que son uno tras otro golpeando nuestra alma solitaria, vayan perdiendo su fuerza hasta llegar a ser remansos de paz. “Oye, hija, y mira, e inclina tu oído; olvida tu pueblo, y la casa de tu padre; y deseará el rey tu hermosura” Sal. 45:10-11

No olvidar es parte del desamparo en que vivimos. Olvidar es una transformación de confianza y entrega, de tal forma que hasta nuestro rostro se rejuvenece. Y es donde el Rey nos desea y se complace con nuestra hermosura; la hermosura de una vida sin cicatrices, llena de gozo, amor y una inmensa gratitud a su Rey soberano.

Nunca olvidaré una noche en la que me despertaron los gemidos de un prisionero amigo, que se agitaba en sueños, obviamente víctima de una horrible pesadilla; quise despertar al pobre hombre. Y de pronto retiré la mano que estaba a punto de sacudirle, asustado de lo que iba a hacer. Comprendí en seguida de una forma vivida, que ningún sueño, por horrible que fuera, podía ser tan malo como la realidad del campo que nos rodeaba y a la que estaba a punto de devolverle.

Abandono de desesperanza,

cambiado por el Abandono Divino

Abandono para nosotros es el despojamiento de nuestros sueños, metas, estabilidad, la imagen que habíamos creado con tanta devoción y entrega.

Abandono Divino es estar rendido a su voluntad cualquiera que esta sea. No importa que sea una cruz en lugar de un trono, un desierto en lugar de un paraíso y cuervos como compañeros en lugar de grandes amigos. No importa si es enfermedad o pobreza, no importa el tiempo, si es corto o largo. No importan el silencio y la soledad, y no importa de dónde procedan y la fuerza con la que nos golpeen. Lo único que importa es que estamos rendidos a Él.

Un prisionero en la enfermería veía cómo era arrastrado un muchacho de 12 años para el que no había ya zapatos en el campo y le habían obligado a estar en posición firme durante horas bajo la nieve o a trabajar a la intemperie con los pies desnudos. Se le habían congelado los dedos y el médico le arrancaba los negros muñones gangrenados con tenazas, uno por uno. Asco, piedad y horror eran emociones que nuestro espectador no podía sentir ya. Los que sufrían, los enfermos, los agonizantes y los muertos eran cosas tan comunes para él tras unas pocas semanas en el campo que no le conmovían en absoluto.

Abandono Divino es aparentemente todo perdido, ya no queda nada. Es renunciar a edificar lo poco y nada que ha sido derribado, nuestros castillos y nuestros ideales en la vida.

El momento más terrible de las 24 horas de la vida en un campo de concentración era el despertar, cuando, todavía de noche, los tres agudos pitidos de un silbato nos arrancaban sin piedad de nuestro dormir exhausto y de las añoranzas de nuestros sueños. Empezábamos entonces a luchar con nuestros zapatos mojados en los que a duras penas podíamos meter los pies, llagados e hinchados por el edema. Y entonces venían los lamentos y quejidos de costumbre por los pequeños fastidios, tales como enganchar los alambres que reemplazaban a los cordones. Una mañana vi a un prisionero, al que tenía por valiente y digno, llorar como un crío porque tenía que ir por los caminos nevados con los pies desnudos, al haberse encogido sus zapatos demasiado como para poderlos llevar.

Abandono Divino es su plan, sus pensamientos y sus caminos más elevados. Es entrar a esa realidad Divina donde Él ya no está preguntado “¿Dónde estás tú?”. Al principio nosotros agonizábamos en llanto, amargura y aun escondiéndonos de Él como el primer Adán. Más ahora podemos percibir unos latidos, algo que antes no éramos capaces de percibir, pero que ahora se vuelven familiares. Son sonidos indescriptibles que provienen de un Ser supremo, son los latidos y susurros del corazón de Dios, de donde emanan torrentes de amor y reposo.

Abandono Divino es una nueva creación, una nueva tierra, un nuevo cielo. Antes llorábamos sin poder contener las lágrimas, divagábamos en acantilados sombríos de muerte, mas ahora reímos. ¡Todo pareciera que es una nueva creación!  Y somos los primeros testigos de un nuevo sol y nuevas criaturas. ¡Es como si fuésemos un nuevo Adán, una nueva Eva, en una creación maravillosa, que nos impulsa a cantar y dar gracias por cada momento y experiencia vivida!

Aunque no den higos las higueras, ni den uvas las viñas, ni aceitunas los olivos; aunque no haya en nuestros campos nada que cosechar; aunque no tengamos vacas ni ovejas, Yo me regocijaré en el Señor, y saltaré de gozo en Dios. Hab. 3:17-18

Abandono Divino es volver a nacer, son los primeros actos de una vida eterna. Es ahora donde empezamos a responder no con la mente sino con una forma de vida totalmente diferente y un andar en sendas que nunca habíamos recorrido. Pies de ciervas en los lugares altos.

Abandono Divino es percibir una fragancia que nunca habíamos percibido, “un perfume de nardo puro”. Cantar una canción que nunca habíamos cantado y caminar en senderos que nunca habíamos caminado. Es dejar de ver lo que todos ven y ver lo que nadie ve, al Invisible.

Abandono Divino es alejarnos del bullicio, es abandonar los caminos de contiendas y diferencias, es tener en poco los asientos de los sabios y los poderosos y darle la espalda a la honra de los hombres. Hay algo más digno, elevado, supremo, celestial… Su sola presencia lo disipa todo.

Abandono Divino es levantar la mirada por encima de la tormenta, reír en los valles, cantar en los calabozos más oscuros, menospreciar a los verdugos, tener en poco el despojamiento.

Abandono Divino es el silbo apacible que solo un corazón amante puede percibir.

Abandono Divino es estar a un paso de lo eterno. Es vivir en Su sola presencia. Es una cita de amor profundo con la Divinidad. “¿A dónde se fueron todos? No hay nadie, solo está él y eso no es abandono sino contemplación y plenitud”.

Abandono Divino es dar gracias por todo y por todos. Dar gracias por lo poco, mucho o nada; dar gracias por buenos y malos, que fueron el canal perfecto para la obra perfecta, de colocar nuestro corazón en una rendición total a su Creador.

Abandono Divino es cambiar nuestras cárceles en paraíso.

Abandono Divino es su plan, sus propósitos eternos, sus caminos insondables, su mano omnipresente, su fiel y amorosa supervisión y providencia.

Abandono Divino es dejar de ser criaturas y llegar a ser parte del Creador. Ya no víctimas, sino una masa moldeable, una armonía perfecta entre lo invisible y lo pequeño de nuestro ser.

Abandono Divino es perder para ganar.

Abandono Divino es desechar la razón y el argumento, por el contentamiento y la espera en el Creador, como uno de nuestros más profundos actos de adoración.

Jehová dio, Jehová quitó, sea el nombre de Jehová bendito.

Es el canto victorioso del Abandono Divino.

Aunque el me matare, en él esperaré.

Es la teología y exégesis del abandonado.

Esperarle, contemplarle y darle gracias.

Es su religión.

¿Por qué lo hizo?

En 1974 Philippe Petit atravesó a 300 metros de altura sobre un cable las dos torres gemelas en la ciudad de Nueva York, llevando únicamente un palo para mantener el equilibrio. Por 45 minutos él tuvo en suspenso a una multitud que contemplo absorta la temeraria hazaña; caminó sobe dicho cable, bailó, se sentó y hasta se acostó en él.

Siendo detenido por la policía y llevado esposado, un periodista le hizo la pregunta: ¿Por qué lo hizo? Su respuesta fue sencilla, se encogió de hombros y respondió: “No hay un porqué”.

 El camino del abandono es más que sostenerse sobre una cuerda a 300 metros de altura con un solo palo para no perder el equilibrio, el camino del abandono es una caída libre sobre un vacío, sin un paracaídas y ninguna malla que detenga o amortigüe el golpe.

No hay un porqué. No tienen sentido en el camino del abandono las interrogantes, ya que simplemente no hay respuestas sino un profundo silencio. Y si las hubiera, no las entenderíamos o más bien no son necesarias. 

Dios no le dio a Job una respuesta a sus sufrimientos,

 Dios le mostró su corazón y a Job eso le fue suficiente.

Hay un pequeño canto judío que podemos hacerlo nuestro y así tener plena confianza como ese hombre sobre esa cuerda, de tal forma que nos abandonemos a los brazos de un Dios soberano:

//No entiendo nada, no comprendo nada,

solo sé y tengo fe que todo es para bien//

//Muchas, muchas gracias, Rey del universo,

por todo lo que haces por mi//

Aun en este día, el día de tu abandono y despojamiento; tú puedes cantar, reír y soñar. El sargento de policía que fue a detener a Philippe Petit describió la escena de esta manera: Lo observé aproximadamente a medio camino entre las dos torres. Y cuando nos vio, sonrió y comenzó a reír, iniciando una danza sobre el cable… y cuando llegó al edificio le pedimos que bajara de la cuerda, pero en lugar de eso se dio la vuelta y corrió de nuevo a la mitad… se balanceaba arriba y abajo. Sus pies realmente perdían contacto con el cable y volvían a colocarse de nuevo sobre éste… realmente increíble.

En la hora más triste del ministerio de Jesús sobre la tierra, cuando todos los demonios y todos los poderes de maldad estarían sobre Él para vencerlo, Él necesitaba aliento, alguien a su lado para sostenerlo. El llevó a 3 discípulos para que estuvieran en el día de su quebrantamiento, mas al ver su fragilidad no los condenó y no trató de explicarles en ese momento un poco de lo que era la cruz, sus palabras en los minutos antes de su calvario fueron: “Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores” Mt. 26:45

En el camino del abandono no hay una preparación previa, muy pocas veces hay señales anticipadas y menos hay claridad estando en medio de la tormenta. En su diseño soberano Él no nos dará respuestas e indicios de porqué está sucediendo lo que está sucediendo y cuándo terminará y qué sucederá al final. Él sólo nos dirá como a sus discípulos: “Dormid ya, y descansad”.

Cuantas veces el abandonado y despojado en su agonía grita:

“¿Por qué lo has permitido Dios?”

Y bien podría decir que el Señor a cada agonizante le responde:

“No hay un porqué”. “Dormid ya, y descansad”.

Esta joven sabía que iba a morir a los pocos días; a pesar de ello, cuando yo hablé con ella estaba muy animada. “Estoy muy satisfecha de que el destino se haya cebado en mí con tanta fuerza”, me dijo. “En mi vida anterior yo era una niña malcriada y no cumplía en serio con mis deberes espirituales.” Señalando a la ventana del barracón me dijo: “Aquel árbol es el único amigo que tengo en esta soledad.” A través de la ventana podía ver justamente la rama de un castaño y en aquella rama había dos brotes de capullos. “Muchas veces hablo con el árbol”, me dijo. Yo estaba atónito y no sabía cómo tomar sus palabras. ¿Deliraba? ¿Sufría alucinaciones? Ansiosamente le pregunté si el árbol le contestaba. “Sí” ¿Y qué le decía? Respondió: “Me dice: ‘Estoy aquí, estoy aquí, yo soy la vida, la vida eterna.”

Un Regalo Olvidado

El mayor regalo de Dios a una vida es la fe,
una fe más preciosa que el oro.

La fe es la puerta a la salvación, la fe es la puerta que abre nuestra vida a otro mundo, a otra realidad que con la mente o fuerza humana nunca descubriremos. Se dice del patriarca Abraham que el “creyó en esperanza contra esperanza” Rom. 4:18. Fue su fe lo que le permitió ver y esperar más allá del momento presente, aunque en ese momento su presente era completamente contrario.

Para muchos cristianos la fe mueve montañas (aunque en la realidad nos estamos ahogando en un vaso de agua); para otros la fe es poder, es demandar de Dios cosas grandes (que en la realidad no es más que un evangelio de “dame” y “quiero ser grande”); pero para aquellos peregrinos que su vida es un ejemplo para imitar, su fe les fue concedida y se hizo más preciosa que el oro, en el día del abandono.

La escuela donde se forjan los más grandes hombres y mujeres de Dios que inspiraran a generaciones venideras tiene un solo nombre: “La escuela del abandono”.

El oro se hace más puro y brillante en la medida de su purificación, al ser expuesto al fuego. Así es la fe, sólo aquellos que atraviesan el camino del abandono llegarán a tener una fe preciosísima.

Como diría Jeanne Guyon: “Si usted desea en serio entrar a un estado más profundo de conocer al Señor, usted debe procurar no sólo la fe más profunda, sino también el abandono en todos los ámbitos de su vida. Sometiendo no sólo su vida de devoción a él, sino también aceptar todas las circunstancias como venidas de él”.

La iglesia del fin fue desnudada en una pregunta:

Os digo que pronto les hará justicia. No obstante, cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe en la tierra? Lc. 18:8

Es crucial al terminar este escrito que nuestros ojos sean abiertos. Cuando Jesús venga no hay duda de que encontrará templos, denominaciones, predicadores, maestros, evangelistas, grandes obras misioneras, grandes ministerios de ayuda. Pero eso no es lo que él está preguntando, ¿hallará una fe más preciosa que el oro? Es su pregunta.

Todo lo que vemos y llamamos cristianismo hoy, no es más que un sustituto de una fe más preciosa que el oro.

No se desaliente tu corazón si vives en el abandono, si estás sufriendo y si se te ha quitado todo. Esa pregunta hecha por Jesús está demás en tu vida, porque la cantera en dónde se encuentra una fe más preciosa que el oro es en dónde tú te encuentras hoy postrado.

Recuerda lo siguiente:

Cuando Dios hizo esta creación, diez medidas de belleza fueron derramadas en este mundo, una cayó en el mundo y nueve en Jerusalén. Y de igual forma diez medidas de sufrimiento fueron derramadas en el mundo, una cayó en el mundo y nueve en Jerusalén.

“No hay porqué hacer sonar la campana si el Eterno Rey está a tu lado.”

¡AMÉN!

Mi Testimonio Personal

Este escrito es el resultado de haber vivido el camino del abandono y sobre todo de haber experimentado en ese momento, “una fe más preciosa que el oro”.

Julio Barrientos

Ecuador

7jiaaa@gmail.com

NOTA:  Los testimonios de los Campos de Concentración del Holocausto Judío han sido tomados del libro “El Hombre en Busca de Sentido” escrito por Viktor Emil Frankl, publicado en Alemania en 1946.

Imagen de Portada: Auschwitz.