Una Fe Más Preciosa Que el Oro
Julio Barrientos, Ecuador.
Colección de mensajes para el alma cansada, para alcanzar una fe “más preciosa que el oro”.
Su Diseño: Un Segundo Vientre
Segundo Mensaje
“Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual, aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”. Stg. 1:7
“Gracias oh, tierno Padre, no entiendo el porqué de este sufrimiento y ya no me quedan fuerzas, pero concédeme la gracia para que mi corazón pueda percibir que TODO este abandono, estaba escrito, sin faltar nada, para alcanzar una fe más preciosa que el oro”.
Su Diseño: Un Segundo Vientre
¿Qué busca Dios de ti? Que le conozcas, que le sirvas y que vivas para Él todos los días de tu vida. Esto es bíblicamente correcto, pero experimentalmente es como pedirle a un gusano que escale en un día el Everest o a una mariposa que atraviese una tormenta.
Lo que Dios busca es que vivas “en su amor”, dentro de una inmensidad más profunda que el mar y más alta que los cielos que es, su infinito amor.
Antes que vengas a Él, antes que le busques, antes que su nombre esté en tus labios, antes que en tu libre albedrío creas que le hay y que tal conocimiento te lleva a rendir tu vida a Él, Dios ya proveyó de todo lo que tu necesitas para que le ames y le sigas.
Cuando Adán y Eva fueron formados, ya todo estaba hecho, nada hacía falta, todo era hermoso y suficiente.
El Amado de Israel, desde que naces hasta que mueres, sin demora y cada día, provee los medios para que le conozcas; Él va dejando huellas en las circunstancias y eventos de tu vida para que un día tú, voluntariamente, extiendas tu mano y toques lo Divino, lo Eterno, la vida misma.
Si un hijo le pide a su padre un pan, no le dará una piedra; si le pide un pescado, no le dará una serpiente. Si el amor Divino es mucho más que el amor de un padre terrenal, ¿Por qué sus hijos viven alejados de él?
La lejanía de nuestro Dios no radica en una vida desordenada, entregada al vicio y a toda clase de pecados, sino principalmente en el conocimiento que tenemos de Dios como un padre bueno. Ya que, aún el más devoto cristiano vive adorando y sirviendo “al Dios no conocido”. Sabe que le hay, sabe que es galardonador de los que le buscan, pero vive lejos de ese inmenso amor.
No con la mente, pero si con nuestra lejanía estamos afirmando que nuestro Padre Celestial nos alimenta de piedras y serpientes; sino es así ¿Por qué hemos hecho a un lado la oración y la contemplación de Emanuel, de la fe cristiana?
Preferimos llevar cargas pesadas, hacer toda clase de ritos, llenar nuestra vida de activismo y un sinfín de “buenas obras cristianas”, en lugar de venir confiadamente al trono de la gracia.
Uno de los milagros más grandes no es ver a Dios, sino todo lo contrario, pasar toda una vida sin verle. En ningún acto de nuestra vida Dios está ausente, desde el parpadear de nuestros ojos o un simple suspiro, hasta vivir una hecatombe nuclear, Dios está presente, reinante y obrando para nuestro bien.
Pasar años y morir sin encontrar a Dios en tus circunstancias, buenas o malas, es un milagro, pero… terrible.
Porque lo que se conoce acerca de Dios es evidente dentro de ellos,
pues Dios se lo hizo evidente.
Porque desde la creación del mundo,
sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad,
se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado,
de manera que no tienen excusa. Rom. 1:19-20
Nuestra vida es como la historia de Ricitos de Oro: comemos, nos vestimos, edificamos casas, tenemos una familia, plantamos árboles y muchas cosas más, sin preguntarnos a quién pertenece esta casa (la creación). Sólo la disfrutamos y en su mayoría nos adueñamos de todo.
Dice un pasaje: “Así como el agua que se derrama en tierra no se puede recoger, así también todos tenemos que morir. Pero Dios no nos arrebata la vida, sino que provee los medios para que el desterrado no siga separado de él para siempre”. 2 Sam. 14:14
Todo en esta vida es un medio, un instrumento o canal para llevarnos a Dios; nosotros lo consideramos el fin. Nos distraemos con esas cositas sin valor que hay en la vida que provocan que vivamos en una permanente separación de nuestro paciente y bondadoso Dios.
Hemos caído tan bajo que muchos llamados “cristianos” hemos convertido al Eterno Dios en el medio para alcanzar nuestros anhelos. Aquellas cosas que perecerán y que no podremos llevar después de la muerte las hemos hecho nuestros dioses y nuestra vida.
Bien hacen las Escrituras en darnos ejemplos tras ejemplos de cómo cambiamos la gloria de Dios por vanidades: Saúl prefirió las asnas; Esaú, un plato de lentejas; Judas, treinta monedas de plata y los líderes religiosos, la salutación de los hombres.
Dios viene y toca a la puerta de tu casa, más o menos unas 365 veces en el año; si tú llegas a vivir más de 40 años, ten la certeza que Jesús ha tocado a la puerta de tu casa por lo menos unas 14,560 veces; pero la realidad es cien veces más que eso.
Jesús viene y camina a tu lado, aunque lo confundas con un extranjero; Jesús viene y te acompaña en el día más triste de tu vida y te pregunta “¿Por qué lloras?”. Aunque tú solo pienses que él es un jardinero, un carpintero o un pescador. Él estuvo en tu nacimiento y ocupó tu lugar en una horrible cruz.
Ese conocimiento de Jesús acercándose a nuestra vida no es un acto de invasión forzada, de sumisión y manipulación de tu voluntad, ya que sólo se puede llegar a ese conocimiento de la misma forma en que un bebe descubre el valor y la grandeza de su madre, cuando sobre él se derraman constantemente corrientes ilimitadas de amor, cuidado, palabras y caricias tiernas. El bebé nunca es forzado a amar, a corresponder, sencillamente el amor que él recibe es tan desbordante que fuera de ese amor él no podría vivir.
Quiero llevarte al conocimiento del amor Divino mostrándote tu vida antes de tu nacimiento, antes que tú pudieras decir sí o no, antes que tú pudieras distinguir entre lo dulce o amargo de la vida.
Antes de esta vida, tú tenías otra vida; tú fuiste formado, cubierto, sustentado y amado en el vientre de tu madre.
Un Milagro Llamado:
“El Vientre Materno”
Permíteme de una forma sencilla mostrarte algo de ese milagro:
- La concepción es una carrera. La carrera de 300 millones de espermatozoides aproximadamente, buscando la fecundación. Sin lugar a duda, es la carrera más larga que correrás en toda tu vida y no es una simple carrera, es una carrera de obstáculos, donde tendrás que nadar por 14 kilómetros, escalar, correr y aun así no llega el más fuerte, el más sano, sino el que obtiene una oportunidad y la aprovecha, esa oportunidad se llama “milagro”. Antes que tú, llegaron por lo menos al final de la carrera, unos 100 millones, pero fuiste tú el que nació. “…No por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús… Ef. 2:9-10.
- No hay otro igual. Muchos luchan con la falta de aceptación, “nadie me ama”. Tristemente rechazándose a sí mismo, considerándose inferior, menospreciando su imagen física (su estatura, cabello, color de piel, nariz, orejas, dientes, piernas, un lunar), teniendo en poco el entorno de su nacimiento, ocultando sus orígenes, etc. Ignorando que su existencia fue una entre 300 millones de espermatozoides. Si otro espermatozoide hubiese ocupado tu lugar, no hay duda, tú hubieses sido uno de los 300 millones que murieron en el camino.
Existe un negocio billonario por causa de personas que al verse en un espejo no se sienten bien con el color de su piel, sus pestañas, el cabello, su nariz, su estatura y mucho más con su cuerpo.
Buscar cambiar nuestra apariencia física por causa de complejos y sentirnos feos hacia nosotros mismos, es ignorar que no hay otra persona igual y que con un leve cambio en nuestra apariencia que se hubiese operado en el día de la concepción sencillamente yo ya no sería yo, sino sería otra persona.
El Señor no sólo es el creador y defensor de la vida, sino también es celoso con la forma y trato que tengamos hacia nuestro semejante. Es muy triste la realidad del acoso, burla y menosprecio que nuestra sociedad tiene hacia otros.
No maldecirás al sordo, y delante del ciego no pondrás tropiezo, sino que tendrás temor de tu Dios. Yo Jehová. Lv. 19:14
Los últimos y crueles torturadores de Jesús antes de su muerte no fueron los duros soldados romanos, no fue la corona de espinas, los clavos y los azotes; fueron burladores que le rodearon en la cruz mientras Él agonizaba. Nadie como Jesús para conocer lo que tú estás pasando y nadie como Él para llevar tu atención a su amor y devolverte algo esencial para caminar, “amarte a ti mismo o a ti misma y dar gracias por quién eres”.
- Una despensa o lonchera para el nuevo inquilino. Se le conoce como el saco vitelino. Es tu fuente de nutrientes y oxígeno que se coloca como una lonchera a tu lado en la etapa de embrión. Por un lado, el padre aporta el material genético para tu formación y por el otro lado la madre “preocupada siempre de que comas” aporta un ovocito, que entre otras cualidades forma lo que se llama el saco vitelino que se encarga de aportar nutrientes. Quizás tus primeras comidas no tienen el sabor de una pizza o una hamburguesa, pero si ayudan a tu formación y salud.
Es interesante que en las ecografías de las primeras semanas que un doctor realiza a la futura madre lo primero que ve es tu despensa de comida, el saco vitelino, es algo así como llegar a una casa y abrir la refrigeradora para saber que hay gente viviendo en esa casa.
- Un ejército rodeando y protegiendo tu vida. Ni el más grande de los reyes posee un sistema de seguridad tan fiel y efectivo como aquellos guardianes que están cuidando tu vida por un espacio de 9 meses. Los gobernantes siempre están rodeados de personas con el rostro serio, con grandes músculos y aparatos adosados a su cuerpo, vigilantes de cada detalle que pasa a su alrededor, mientras que tu posees un sistema de protección que pasa desapercibido pero que controla cada detalle y cada movimiento tuyo y de lo que te rodea durante los 9 meses en el vientre de tu madre. A esos fieles guardianes se les llama “hormonas” y tienen por lo menos tres funciones específicas: nutrirte, protegerte y guiarte. (¡Y tú que pensabas que en el vientre solo te la pasabas durmiendo!).
- La hormona Gonadotropina coriónica. Yo le llamaría “Las trompeteras bulliciosas” ya que son las encargadas de dar la noticia de que alguien acaba de llegar y son tan bulliciosas que harán todo a su alcance para que la madre preste atención a esa nueva vida: le van a producir náuseas y vómitos, estarán en la sangre y en la orina.
- La hormona Progesterona. La que hace el trabajo duro, no descansa y está dispuesta al sacrificio por el bienestar del bebé. Nuestro cuerpo por naturaleza posee mecanismos de rechazo ante algo extraño en su interior, por lo que la hormona Progesterona hace el papel de la diplomacia y reconciliación, permitiendo que todos le den una calurosa y amorosa bienvenida al nuevo ser. Es un poco brusca porque se esfuerza en no bajar los estándares de calidad, para la Progesterona el nivel donde viva él bebe debe ser 5 estrellas y así debe sentirse su huésped de principio a fin, por ello está dispuesta a quitar para dar, causando estreñimiento, aumento de la temperatura, problemas de visión, infecciones urinarias.
- La hormona del amor, como es conocida, la oxitocina. Tiene quizá el papel visible, más hermoso… el de provocar el amor. Hay que reconocer el gran sacrifico, el costo alto que involucra la formación de un bebé dentro del vientre y el cuidado fuera de él. Pero todo eso en nada desalienta o entristece a la madre, gracias a la oxitocina.
Siendo la hormona del amor es la que provoca los dolores de parto y la que estimula la eyección de la leche. En otras palabras, en el momento más crucial del nacimiento de una vida, todo el organismo y vida de la madre se llena de amor, el bebé nace por la fuerza del amor y el bebé es recibido con una abundancia de gozo y amor, gracias a la oxitocina.
A la luz de esta realidad física, ¿Podría haber en lo espiritual un segundo vientre? Dicho de otra forma, creemos por las Escrituras que la salvación es “un nuevo nacimiento”. Si es así, hay una vida en formación y por ende debe haber entonces, como en la madre natural, un segundo vientre para esa vida espiritual.
Un segundo vientre ¿es posible? Palabras dichas por Jesús a un hombre:
En verdad, en verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios. Jn. 3:3
¿Un Segundo Vientre?
A un estudioso de las Escrituras, Jesús lo dejó desconcertado, “¿Qué está diciendo? ¿Tengo que volver al vientre de mi madre?”. No quiero que ningún lector tropiece en mis débiles apreciaciones bíblicas. Quiero llamar tu atención a un sólo aspecto:
- Esta vida es sólo una transición, una preparación tal como lo fue la vida en el vientre de la madre.
- La vida en el vientre de una madre es muy corta (9 meses) en comparación a la vida de un adulto (60 o 70 años). Pero es mucho más corta, si comparamos lo pequeño de nuestra vida en la tierra a la luz de la eternidad, una vida sin fin.
- Sólo al nacer vemos el rostro de nuestros padres, aunque percibimos su amor todos los días. Sólo después de la muerte veremos a Dios después de haber conocido y percibido su amor en cada momento de nuestra vida.
- En el vientre de nuestra madre vivimos una vida en completa dependencia y rendición al cuidado y amor de nuestra madre. La única forma de salir de este segundo vientre será si vivimos una vida en completa dependencia y rendición al cuidado y amor Divino.
Al estar en este mundo sólo hemos cambiado de vientre (el primero fue el vientre materno).
Este segundo vientre (la vida en este mundo) no es diferente al primero. Pensarás que es una locura, comparar al vientre materno con este mundo, esos padres amorosos con este mundo horrendo, lleno de injusticias y de engaño…
Tu vida en este mundo está hecha para que tú y yo experimentemos un segundo milagro; que al final del dolor, del llanto, de cada experiencia en esta vida, un Padre pueda alegrarse porque ha nacido un hijo.
Recuerda que en toda tu relación y devoción a Dios puedes conocerlo como Rey, Todopoderoso, Sanador, Proveedor; pero de todas tus experiencias con Dios, muy pocas se comparan a cuando tú le llamas a ese Creador y Formador tuyo: “Padre”.
Todo creyente tiene la fe absoluta que Dios lo formó en el vientre de su madre y todo creyente o no creyente sabe que la forma en que fue creado no es un acto mágico, sino una concepción, una unión y que para esa formación tuvo que haber un embrión, células, sangre, tejido, nutrientes y todo, absolutamente todo provino de otro ser, su madre y su padre. Fuimos concebidos gracias a la generosidad de otro ser que nos dio sin avaricia todo lo necesario para nuestra formación. Nuestros ojos, manos, cabello, tejidos, todo provienen de un banco de amor que nos dio gratuita y abundantemente lo que hoy somos.
Que hermoso es saber que no pagué por un cabello, no aporté para la formación de mis huesos, no se me adeudó la formación del torrente sanguíneo. No le debo nada a nadie, porque todo fue un regalo, aunque sí se espera un “gracias” y una honra a quiénes me dieron todo lo que soy, nuestros padres y Dios.
El segundo vientre es exactamente igual, cuando llegue el tiempo de tu nueva vida y cada parte de ti haya sido formada, tú vas a poder mirar hacia atrás y recordar tus cárceles, tus noches sin poder dormir, los momentos en que perdiste el deseo de vivir, las piedras que otros te lanzaron, tus enfermedades y pobrezas, todos tus abandonos e injusticias, aun tus horrendos fracasos y errores, todo lo que perdiste y todo lo que te robaron y te aseguro cien por ciento que sólo saldrá una palabra de tu boca… “gracias”.
El diseño del Creador es que todo lo que te rodea en tus años de vida esté proveyendo de nutrientes, amor, fortaleza y salud y que nada nocivo altere la formación de tu vida o te sea arrebatada por la amargura y desesperanza.
Recuerda que el último acto, en el crucial momento para el nacimiento de una vida formada y completa son “dolores” de parto.
José en la Biblia, un joven que fue odiado por sus hermanos, procuraron matarlo, lo metieron en una cisterna y lo vendieron como esclavo. Luego fue comprado por un hombre que le brindó toda su confianza, pero tiempo después la esposa de ese hombre lo acusó de intento de abuso. José terminó en la cárcel y allí paso varios años, haciendo el bien, pero olvidado por todos. Todo su abandono empezó cuando apenas tenía 17 años y pasó 13 años en un vientre donde sólo veía injusticia, cárcel, tristeza, ingratitud y olvido.
Pero un día José pudo mirar hacia atrás y ver la gran bendición de ese segundo vientre, en ese momento él pudo perdonar, amar y dar gracias. La Biblia nos habla del reencuentro con sus hermanos:
Entonces dijo José a sus hermanos: Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá. Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios.
La hormona del amor, la oxitocina, estaba inundando la mente, los ojos y el corazón de José.
Al estar en este mundo sólo hemos cambiado de vientre. Qué gozo para la gran mayoría de personas el día que saben que serán padres, algo sucede en la naturaleza humana que ante una noticia así, en muchos casos, sus valores y su forma de ver la vida cambia; de allí en adelante su mundo es diferente por causa de ese pequeño ser que, no siendo dioses, tenemos la hermosa percepción de que es nuestro y provino de nuestra misma esencia “como si fuésemos los creadores de esa vida”.
Esto es así y mucho más glorioso y tierno con Dios. El ser supremo hizo todo en 7 días, sus ojos y su corazón se alegraban con cada ser y cosa que estaba siendo creada; cielos y tierra, plantas y animales, día y noche; pero todo lo creado nunca se igualó en su corazón al momento que dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”.
El corazón de Dios es el corazón de un padre. El gozo de un padre no es tener un hijo en el vientre, en ese momento sólo dice, “voy a ser padre”; pero el título de padre se les concede a todos en el día del nacimiento de sus hijos. El gozo del Creador como Padre es cuando salimos del vientre en el cual hemos sido colocados; cuando atravesamos el valle de sombra y de muerte que es esta vida.
Hay unas palabras hermosas dichas por Moisés que describen a Dios: “¿Acaso concebí yo a todo este pueblo? ¿Fui yo quien lo dio a luz para que me dijeras: “Llévalo en tu seno, como la nodriza lleva al niño de pecho, a la tierra que yo juré a sus padres”? Nm. 11:12 Moisés está hablando de una nación entera, concebida por el amor Divino. Moisés le estaba diciendo a Dios: “este pueblo es tu hijo, fue concebido por ti, tú lo has llevado en tu seno y en tus brazos de amor”.
Es asombroso como la Biblia habla de esta creación comparándola a los dolores de parto: “Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora”. Rm. 8:22
“¿Quién oyó cosa semejante? ¿Quién vio tal cosa?
¿Concebirá la tierra en un día? ¿Nacerá una nación de una vez?
Pues en cuanto Sion estuvo de parto, dio a luz sus hijos”. Is. 66:8
La vida es más que dolores y tristezas, enfermedades y pobreza, soledades y abandono. En su gran mayoría todo aquel que pasa por el sufrimiento siente o experimenta una sensación de abandono y de injusticia.
Entendemos que, en un vientre materno, todo el cuerpo de la madre está unido y entregado a la formación de esa vida. Pero ¿cómo comparar una vida de sufrimiento a la formación de una vida en el vientre amoroso de una madre? ¿Cómo no sentirnos solos? ¿Cómo experimentar el amor del Padre?
El rey David dijo estas palabras preciosas, “despierto y aún estoy contigo” Sal. 139:18. Si logro que sigas leyendo, puedo llevarte a la esperanza de que un día, tú y yo diremos lo mismo, “despierto y aún estoy contigo”. Tu dolor, tu sufrimiento, tu soledad, esa enfermedad que te debilita cada día, esa injusticia que te ha sumergido en un pozo profundo de tristeza, todo lo que puedas describir como imposible de soportar, esa pesadilla de la que no encuentras la salida… créelo, no es un accidente, no es mala suerte, ni el resultado de tus propios errores.
Un hombre pasó 12 de los mejores años de su vida (32 a 44 años), en una horrible cárcel por sus creencias espirituales. Estaba separado de su familia la cual ahora no sólo era pobre, sino que no lo tenían a él para proveerles de alimento y seguridad, y además una de sus hijas era ciega. Él dijo, “La separación de mi esposa y pobres hijos, frecuentemente ha sido para mí en este lugar como el jalón de mi carne de los huesos”. Nadie pensaría, incluyéndolo a él, en ese instante que, de esa experiencia horrible, en esa cárcel, Juan Bunyan empezaría a escribir el libro más famoso después de la Biblia: “El Progreso Del Peregrino”. Ese vientre, esa cárcel horrible, esa injusticia y separación de su familia, dio a luz una preciosa inspiración para generaciones enteras que se consideran en este mundo extranjeros y peregrinos y que luchan cada día por una fe preciosísima.
¿Sabías que varios de los libros de la Biblia fueron escritos desde una cárcel? ¿Sabías que los Salmos, el libro de mayor inspiración para los que sufren, fue escrito en su mayoría por un hombre perseguido, que tuvo que vivir en cuevas, sin nada de reposo?
El rey David dijo algo increíble… “En tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas” Sal. 139:16. Todo lo que se formó en ese vientre fue el diseño de un ser superior, nada sucedió que antes no estuviera registrado en esa mente y corazón de un Dios amoroso. Así es en el primer vientre y así es en el segundo vientre. Todo lo que este mundo es, está hecho para la concepción de la plenitud de la vida que Dios diseñó para cada uno, sin faltar nada, así sea perder o ganar, llorar o reír, estar en un trono o vivir desnudo careciendo de todo lo que se puede considerar una vida digna.
De lo poco que entendemos, el bebé en el vientre está en un proceso que consiste en recibir y recibir para la formación de su nueva vida, una vida completa. Podrías, por lo menos, abrigar en alguna parte de ti que esta vida tiene todo y que es un enorme almacén donde está todo, sin faltar nada de lo que tú y yo necesitamos para una vida más elevada que la de ser simples mortales bajo la mano del dolor y la injusticia.
El diseño perfecto del tierno Padre no es, “comamos y bebamos que mañana moriremos”, sino una vida que alcance la plenitud en Él.
La primera señal de vida en el vientre materno es ver el saco vitelino, es poder ver el entorno que sustentará la nueva vida. ¡Que Dios abra nuestros ojos para que veamos su diseño perfecto, como Él ya proveyó de todo lo que necesitamos para cada momento y día en que vivamos en este segundo vientre! Mientras tú experimentas el abandono, Él está moviendo toda la creación para que no te falte nada.
Este mundo no está bajo las manos de un diablo que busca nuestra destrucción, este mundo no pertenece a líderes sin ningún sentido de justicia, respeto o bondad. Tu vida y la mía no dependen de esa persona que ha colocado los clavos en nuestras manos o aquel que nos quitó el gozo de vivir. Aunque te cueste creerlo, este mundo es un segundo vientre y es un vientre hecho por el mismo Creador que hizo el primero, donde se está formando una vida aún más preciosa que la primera.
No olvides lo que el mismo Creador dijo de esta creación, “y vio Dios que era bueno”. Por los 7 días que duró la creación, esa frase se repitió 7 veces, mostrando que sea lunes, viernes o domingo, sea de día o de noche, sea la tierra fértil o el desierto, en el reposo o en medio de vientos huracanados, “Dios vio que era bueno”; las montañas como los valles, las aves, los peces, cada ser viviente sobre la tierra, los colores como los aromas, todo era bueno.
Para muchas personas, son muy pocos los días que puedan llamar “buenos”. El dolor es muy grande: relaciones destruidas, profundas heridas, incurables enfermedades, divorcios, la muerte de un ser amado, abusos que tienen que ser llevados en silencio, robos, sueños perdidos. Con dificultad puedes recordar cuando fue el último día que tú pudiste llamar “bueno”.
Un profeta fiel, obediente y amador de Dios y de su pueblo, expuesto por falsos líderes religiosos a la burla y al escarnio, en un momento de desesperación como el que estás viviendo, en donde no encuentras respuesta y en donde no encuentras a una sola alma que te consuele, dijo esto: “porque no me mató en el vientre, y mi madre hubiera sido mi sepulcro, y su vientre embarazado para siempre. ¿Para qué salí del vientre? ¿Para ver trabajo y dolor, y que mis días se gastasen en afrenta?” Jr. 20:17. Jeremías deseaba morir y quizá tu experiencia hoy es de estar muriendo cada día.
Pero no importa cuán doloroso se ha vuelto este día para tu vida y cuán larga parece ser la noche triste que estás viviendo; Dios, en algún lugar del universo o muy cerca de ti, está llamándolo “bueno”.
Es muy importante esta comprensión: “No puedes decirle sí solamente a una parte del diseño”. El día del nacimiento de un hijo, el día de tu boda, cuando terminaste una carrera, cuando esa persona te dijo que sí en medio de suspiros profundos de amor, en medio de un buen estado financiero… qué fácil es decir sí, ¡qué hermoso día! esos sí son días buenos. Pero… ¿dar gracias por lo que me está pasando?, ¿darle alabanza a Dios en el día que busco algo de justicia o de amor, cuando lo he perdido todo…? Tu dirás: ¡no he dejado de llorar!, ¡no logro dormir y respirar! ¿cómo pudo haberme pasado esto?, ¿Por qué tanta maldad? ¿y aun así me pide que lo acepte, que de gracias y que alabe a Dios? ¡Los días de la creación fueron todos perfectos, pero mi mundo es un caos y un vacío!
Dad gracias en todo;
porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. 1 Tes. 5:18
La voluntad de Dios no es un yugo pesado, una carga insoportable de llevar, una autoflagelación y menosprecio de nuestra vida. Todo lo contrario, su voluntad es nuestra consolación, esperanza y vida. No solamente, como la gran mayoría de predicadores apuntan, a la eternidad y su recompensa; sino ahora mismo, en el mismo instante que abras tu boca y se llene de alabanza, una fe más preciosa que el oro, traerá luz y paz a tu corazón.
No puedes decir si a tus partes preferidas de tu cuerpo y no a unas que consideras no atractivas: me gustan mis ojos, pero no la altura; lo tengo todo, pero rechazo el color de mi piel. Así también no puedes alabar tu dicha en esta vida y rechazar tus dolorosas experiencias por otro lado. Le abres la puerta a la riqueza, a ser el centro de la atención, te alabas a ti mismo por tus habilidades; pero no a la pobreza, no al abuso y a tantas lágrimas derramadas que nadie se da cuenta.
La gloria en lo oculto. En el Nuevo Testamento cuando se habla del cuerpo humano se afirma que Dios en su diseño, les dio vistosidad a las partes no tan importantes del cuerpo y a las más importantes como el corazón, los pulmones por poner un ejemplo, las encubrió, les quitó la dicha de ser relevantes al ojo y a la alabanza. ¡Oh, amados! Es así en la creación del segundo vientre, Dios le ha dado al hombre éxito, bienestar, prosperidad, bienes y muchas cosas más tras las cuales la mayoría corre y vive; sin entender que aquellas de más valor, que son las que verdaderamente determinarán la vida que se está formando para la eternidad o más allá de la muerte, son las que importan. ¿Quién le abrirá la puerta al dolor? ¿quién le dirá amiga a la pobreza? ¿quién se goza cuando es derribado o calumniado? ¿quién se deleita en llorar y a quién le gusta ser el ejemplo del fracaso? Dios es perfecto y su diseño no ha cambiado, solamente es que nuestros ojos no pueden ver gloria en lo oculto de su obra preciosa. Es difícil ver como el camino a lo sublime es el sufrimiento y el quebrantamiento.
A Satanás le bastaron 2 días para quitarle todo a Job: diez hijos, casa, honra, amigos, salud, estabilidad emocional. Pero a Job le costaron muchos días poder ver que Dios hizo el segundo vientre. ¿Sabes que Job nunca culpó a nadie de sus males? Él sólo buscaba encontrar a Dios en el día del dolor.
Para la gran mayoría, el día bueno es bienestar, seguridad, salud, riqueza, muchos amigos, aumento de sueldo, casa propia, auto nuevo, lejos del llanto y del sufrimiento. Para Dios el día bueno es cuando, en ese día y en las circunstancias en las que nos encontremos, nuestro corazón se vuelve a Él y le damos gracias.
Lastimosamente el día que nosotros llamamos “bueno” es cuando más lejos estamos de percibir y responder al amor Divino. Mientras que en el día que nosotros llamamos “malo”, algo hace que nuestros ojos se vuelvan a Él y nuestro corazón se rinda. Ese día donde hemos sido derribados, golpeados y humillados, ese día donde el fracaso o la enfermedad han entrado a nuestra casa, ese es el día más hermoso de nuestra existencia.
Piensa que hay un momento de los nueve meses en que, para el bebé, todo el escenario de amor, ternura y paz, se transforma en un caos, en una sensación de rechazo, que no es más que el principio de los dolores de parto y el inicio de una nueva vida para la cual él ha sido formado en ese vientre
El día que nosotros queremos olvidar y desear que nunca hubiese existido seguramente es la obra perfecta de la hormona oxitocina, llamada la hormona del amor, que parte de su función es producir los dolores de parto.
¿Cuál es el fin del vientre materno? formar y dar a luz una vida. El único sentido en esta vida es la experiencia de un segundo nacimiento, de una vida más elevada. Esta tierra está aguardando la manifestación de los hijos de Dios, es lo que dice un pasaje en el Nuevo Testamento.
Aunque no tienes ninguna fuerza para vivir, te aseguro que estás en camino de conocer una fe más preciosa que el oro. Dios es también el creador del segundo vientre y en esta obra misteriosa, este segundo vientre, de igual forma que el primero, tiene todo lo que necesitas y te dará generosamente todo, para que alcances el único sentido de esta vida, “de Él y para Él”. Y aunque no lo creas, algún día darás gracias y alabarás a ese Padre Celestial que te formó en lo oculto de su obra tierna y amorosa.
La fe más preciosa que el oro no es una doctrina, una filosofía o un concepto solamente, es cuando tu corazón herido y sufriente puede decir:
“En tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas” Sal. 139:16.
“Gracias oh tierno Padre,
no entiendo el porqué de este sufrimiento y ya no me quedan fuerzas,
pero concédeme la gracia para que mi corazón pueda percibir
que TODO este abandono, estaba escrito, sin faltar nada,
para alcanzar una fe más preciosa que el oro”.
Esta canción parece muy infantil, pero tiene un mensaje profundo y que todo aquel que pasa por el abandono puede identificarse con ella:
“Florecillas del vergel, delicadas al nacer,
nunca os venza el desaliento, en el viento o al llover.
Cuando hay nubes y hace frío, el sol brillará otra vez
y al mundo dulces sonrisas con bellezas mostrareis…”
“Cuando las nubes se juntan y arrecia el vendaval,
florecillas no os quejéis, cuando os mueva el ventarrón”;
“He aprendido el secreto que hoy las flores saben bien,
que si nunca, nunca llueve, nunca, nunca creceréis”
“¡Que llueva hoy, llueva hoy, llueva hoy,
muchas pruebas en mi vida tendré,
al luchar seremos fuertes florecillas del vergel!”
El rey David es recordado por grandes hechos en su vida. Fue un rey para empezar, venció a un gigante con una honda y fue un “dulce cantor” como lo llama la Biblia. Pero hay hechos más profundos en su vida, Dios dijo de él una de las mayores alabanzas que un ser humano pueda recibir “un varón conforme a mi corazón” Hch. 13:22; y un día en la soledad y no en el bullicio, Dios le prometió a David que de su descendencia vendría el Mesías, mostrando que su descendencia sería de la realeza y mesiánica.
Pero creo que David tenía algo que lo saca de una imagen inalcanzable de atributos dados sólo a selectos de los selectos… David era un hombre con un corazón quebrantado, fue un hombre de mucho llanto.
Me he consumido a fuerza de gemir;
Todas las noches inundo de llanto mi lecho,
Riego mi cama con mis lágrimas.
Mis ojos están gastados de sufrir;
Se han envejecido a causa de todos mis angustiadores.
Apartaos de mí, todos los hacedores de iniquidad;
Porque Jehová ha oído la voz de mi lloro. Sal. 6:6-8
Fue rechazado, perseguido, se llegó a considerar lo más bajo y tuvo en un momento dado de su vida que buscar refugio entre sus enemigos, porque aquellos que él tenía en alta estima lo habían traicionado y sólo deseaban una pequeña cosa para su vida: verlo muerto.
Leer los salmos sólo tiene sentido cuando amas a Dios profundamente o cuando en la oscuridad del valle más amargo el corazón agonizante busca una luz de esperanza.
Lee esta parte de un salmo (56) escrito por él:
Ten misericordia de mí, oh Dios, porque me devoraría el hombre;
Me oprime combatiéndome cada día.
Todo el día mis enemigos me pisotean;
Porque muchos son los que pelean contra mí con soberbia.
En el día que temo,
Yo en ti confío.
En Dios alabaré su palabra;
En Dios he confiado; no temeré;
¿Qué puede hacerme el hombre?
Todos los días ellos pervierten mi causa;
Contra mí son todos sus pensamientos para mal.
Se reúnen, se esconden,
Miran atentamente mis pasos,
Como quienes acechan a mi alma.
Pésalos según su iniquidad, oh Dios,
Y derriba en tu furor a los pueblos.
Mis huidas tú has contado;
Pon mis lágrimas en tu redoma;
¿No están ellas en tu libro?
David estaba solo, herido, abandonado; tal como quizá hoy tú y yo nos encontramos. Pero hay algo que sobrepasa todo razonamiento, toda comprensión humana; el hombre perseguido, el ser cansado, con miedos, oprimido, pisoteado, acusado falsamente, dice algo que no es de este mundo…
“…Mis huidas tú has contado… ¿No están ellas en tu libro?”.
Dios ha estado allí en cada momento de dolor, de injusticia y por alguna razón no ha querido intervenir, ha callado cuando esperábamos su mano poderosa. Esa realidad amarga a muchos y los separa de Dios, pero David tiene una fe que no busca respuestas, sino se levanta del polvo consciente que Dios tiene el control.
Señor tú puedes ver mi gran dolor,
sólo te he podido ofrecer mis lágrimas,
tu vasija está llena de mi mucho llanto,
pero, aunque esté enfermo y destruido,
no niego tu diseño, tu generosa provisión de amor
para darme una fe más brillante que el oro más puro y fino
que un ser humano pueda ver.
Dile a tu Dios como se lo dijo David a su Dios, “en tus manos están mis tiempos”. Si este es nuestro tiempo de llorar, de arrastrarnos, de sufrir, de agonizar; el diseño de Dios dice a mi corazón “despierto y aún estoy contigo”.
Un día David sintió el abandono de Dios, sintió cómo sus ruegos no eran escuchados, en sus noches no había reposo, se comparó a los gusanos, experimentó el rechazo y el odio de muchos. Pero cuando estaba derribado alzó su voz al cielo y dijo: “Pero tú eres el que me sacó del vientre; El que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre” Sal. 22:9.
Sí sé que estoy sufriendo y no lo puedo evitar,
sí sé que he arruinado mi vida y he cometido muchos errores,
sí sé que mi pecado es grande y no lo puedo ocultar,
sí sé que todos me han abandonado y me aborrecen,
sí sé que he perdido el gozo de vivir,
sí sé que al recordar me lleno de amargura,
más hay algo en mi corazón que me hace alabarle
y me hace darle gracias
y me concede por un instante no mirar el mal,
no mirar esta enfermedad, a ese verdugo, a esa tristeza;
Por un instante puedo sentir lo que esa águila siente
cuando se eleva por encima de la tormenta,
o cuando ese gusano abre ese capullo,
por un instante sólo puedo sentir su mano tierna acariciándome
y aunque mi entendimiento no lo puede alcanzar
y no puedo darle más que unos tiestos quebrados
de lo que un día fue una vasija útil y hermosa:
“¡Desde el vientre de mi madre tu eres mi Dios!”
“¡Despierto y aún estoy contigo!”
Un día Dios visitó a una pareja triste Zacarías y Elizabeth con una esperanza, que el vientre de esa mujer se llenaría de vida y que esa vida sería llena de la vida celestial. Dios les dijo: “y tendrás gozo y alegría…” Lc. 1:14. El Creador del segundo vientre, con el cual tú luchas y crees haber perdido la batalla, quiere llenar ese vientre de vida; tu mundo, tus valles, llenarlos de vida celestial. Recuerda ¡volverás a tener gozo y alegría!
Acompáñame y adoremos juntos al Dios del rey David, el cual es también tu Dios y mi Dios, cantemos juntos uno de los cantos que nos habla de ese diseño Divino perfecto y por el cual decimos como David: “Se encomendó a Jehová; líbrele él; Sálvele, puesto que en él se complacía.” Sal. 22:8.
En hondas tristezas o lucha tenaz
Jesús a los suyos guiará
Su gracia bendita prodiga la paz
Jesús a los suyos guiará.
Unos por aguas o inundación
Otros por fuego o grande dolor
Es por su sangre que Dios da un cantar
Cuando es de día o en oscuridad
No lo has recibido de hombre, no lo has aprendido en un Instituto Bíblico, no has tenido que hacer o dejar de hacer algo, pero en este punto de tu vida, sin importar si estás postrado o en pie, solo o endeudado, tú tienes una fe más preciosa que el oro, que te dice que tu vida y tus circunstancias son “por Él y para Él”.
Leí esta noticia cuando escribía estos pensamientos: Una niña de 3 a 4 años fue abandonada por su madre en una estación de tren. Pasaron más de 40 años para que ella tuviera alguna respuesta al abandono y al dolor que experimentó después.
Su madre con problemas mentales la abandonó y luego dijo a la familia que su hijita había muerto al caer de un edificio. Su padre que trabajaba fuera, sólo se enteró de lo sucedido al volver.
Fue llevada a un orfanato y por un mes no dijo una sola palabra, solo buscaba estar sola. Fue adoptada más adelante, pero experimentó abusos. Al crecer se casó tres veces, viviendo de un lado a otro. Después de mucho buscar, encontró a su familia, su padre le expresó que había vivido con su corazón roto por su supuesta muerte. Pero ella dijo: “Nunca guardé rencor”. La razón es porque ella creía que había algo que ella no sabía.
Podríamos tener la fuerza de esa niña que fue abandonada y que ya siendo mujer no dio lugar al rencor, porque ignoraba todo tal como sucedió. De la misma forma nosotros en el día del abandono reconozcamos que hay algo que nosotros no sabemos. Que solamente nos mueva la fuerza de la fe más preciosa que el oro, para buscar a nuestro Padre.
La Biblia, por medio del rey David nos dice esto: “Mi embrión vieron tus ojos…” Sal. 139:16. No en la vía láctea, no en el pasado y no en el futuro, sino en este día sus ojos están sobre ti de una forma tierna y amorosa.
En el principio dijo Dios, “Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza” Gn. 1:26; ese diseño y voluntad Divina no ha cambiado. Hay una familia celestial que está esperando con alegría la consumación de la obra redentora manifestada en el nacimiento de hijos maduros.
Hay algo curioso en el día del nacimiento: antes de nacer el bebé cambia su posición y se pone de cabeza, en ese punto él está listo para nacer. Míralo como algo un poco gracioso, pero hoy que tu vida está de cabeza, quizá estás cerca de experimentar una fe más preciosa que el oro.
- El sonido que siempre escucha un bebé es el corazón de su madre. Es por eso que al nacer se le coloca junto al corazón de su madre. Hay un canto muy hermoso que nos habla de esto: “Hay un lugar do quiero estar, en el corazón de Dios…”
Procura en este camino del abandono y del dolor escuchar el corazón de Dios. Procura que este nuevo vientre no se vuelva en un sepulcro por causa de la amargura, procura que tu alma no vea corrupción, no se enferme y dude del diseño amoroso de tu Padre celestial.
En la cristiandad, la música siempre ha acompañado a cada peregrino. Cada canto e himno es la inspiración del Espíritu Santo a almas devastadas y debilitadas, pero que, al levantar su mirada, sólo veían a Dios. El siguiente relato es parte de uno de esos preciosos himnos donde el corazón solitario encuentra en Dios su consuelo.
Un pequeño pájaro estaba siendo perseguido cruelmente por otro mayor y más feroz: un halcón, cayendo una y otra vez sobre su presa, un pequeño gorrión, cuyo final no sería otro que la muerte. Frenéticamente, pero en vano, el pequeño procuraba eludir a su agresor. Entonces, justo en ese momento, Charles Wesley pensó que la muerte de la víctima era inevitable, el gorrión desesperado voló hacia él y se introdujo en los pliegues de su abrigo, donde estaba a salvo. Wesley, en ese momento, estaba muy agobiado, en busca de un lugar de paz y seguridad. Este pequeño suceso llevó un mensaje de consuelo a su alma, y la inspiración para este himno. (Escrito por Charles Wesley).
Cristo amante de mí Ser
Cristo amante de mí ser, a Tú seno volaré.
Mientras ruge el mar feroz, huyo de la tempestad,
Salvador, escóndeme, cúbreme de este turbión.
No hay refugio más que en Ti, indefensa mi alma está.
No me dejes Salvador, cúbreme, confórtame.
Pongo mí confianza en Ti. Eres Tú mi ayudador.
En tu sombra moraré, y en Ti me abrigaré.
Al caído alzarás, al enfermo sanarás.
Libremente beberé de la vida que hay en ti.
Salta de mi corazón, para la eternidad.
Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas.
A Él sea la gloria para siempre. Amén. Rom. 11:36
Que tu Dios y Padre te levante hoy, llene tu corazón de su amor y te conceda no sólo milagros, sino que, en lo profundo de tu ser, brille una fe más preciosa que el oro. ¡Amén!